Irán alberga oficialmente a 950.000 refugiados afganos y a otros 28.000 iraquíes; además, unos 2,5 millones de afganos residen en Irán, bien con pasaporte en regla bien sin documentación, según ACNUR (*). Para este colectivo, así como para las personas sin hogar, la comunidad étnica ghorbat y los consumidores de drogas (colectivo este último que se estima en 2,8 millones de personas, un 3,5% de la población), obtener asistencia médica es muy difícil, a pesar de las promesas del Gobierno de implementar la cobertura universal.
En el sur de Teherán, en 2020 MSF continuó ofreciendo atención integral a grupos muy expuestos a las enfermedades infecciosas, actividades que se desarrollaban en un centro de salud y con una clínica móvil: consultas médicas, pruebas de enfermedades contagiosas (VIH, tuberculosis o hepatitis B), tratamiento de infecciones de transmisión sexual (como la sífilis), derivaciones a especialistas, atención prenatal y posnatal, planificación familiar, pruebas y tratamiento de la hepatitis C (la infección más habitual entre quienes consumen drogas en Irán) y apoyo en salud mental.
En Mashad, la segunda ciudad más importante del país, nuestras clínicas móviles prestaron servicios similares a personas refugiadas, comunidades de acogida y a las residentes de un centro para mujeres. También trabajamos en una clínica del distrito de Golshahr, donde viven el 80% de los afganos de Mashad. En 2020, ampliamos estas actividades a once centros para personas que están dejando de consumir drogas.
Irán se vio muy afectado por la pandemia de el COVID-19. Durante el pico inicial, comenzamos los preparativos para establecer una unidad de tratamiento de 50 camas en Isfahán, para respaldar a un hospital local. Poco después de la llegada del equipamiento y de nuestro personal, la autorización fue revocada. Al no poder trasladar la unidad a otro lugar, nos la llevamos a Afganistán, a nuestro proyecto en Herat.
(*) Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.