Para miles de personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo atrapadas en Libia, escapar cruzando el Mediterráneo es su única salida del círculo interminable de violencia y abuso. En 2020, la pandemia de COVID-19 redujo aún más las posibilidades de que llegaran a un lugar seguro, al causar el cierre de fronteras y la suspensión de los mecanismos de reasentamiento y repatriación.
Mientras tanto, al otro lado del Mediterráneo, los países europeos continuaron abdicando de sus responsabilidades, e instaban a la Guardia Costera libia a vigilar el mar y devolver a las personas interceptadas, a pesar de que eso supone entregarlas de vuelta a lugares que son extremadamente peligrosos.
MSF mantuvo su compromiso con las personas que emprenden la travesía en botes superpoblados y no aptos para navegar, a pesar de la hostilidad del contexto, caracterizado en 2020 por las dificultades administrativas y procedimentales en los puertos italianos; estas mermaron gravemente la capacidad de las ONG para llevar a cabo misiones de salvamento.
Hasta abril, un equipo de MSF trabajó a bordo del Ocean Viking, en asociación con SOS Méditerranée. A principios de agosto, relanzamos las operaciones con nuestro nuevo socio, Sea-Watch, a bordo del Sea-Watch 4. En este barco, gestionamos la clínica hasta septiembre, cuando las autoridades italianas lo bloquearon; era el quinto buque de rescate que sufría esta suerte.
En el mar, tratamos muchas infecciones respiratorias, hipotermias, deshidrataciones y mareos. Muchas personas también sufrían quemaduras por el contacto prolongado con la mezcla de combustible y agua salada, así como infecciones cutáneas causadas por las pésimas condiciones de higiene en los lugares de cautiverio donde habían permanecido antes. Algunas personas también mostraban señales de traumas violentos, heridas no tratadas y violencia sexual.
Aunque la mayoría de las personas a las que asistimos eran originarias de países africanos, algunas habían viajado desde Oriente Próximo o Asia; hay quienes habían intentado cruzar en numerosas ocasiones e incluso ya habían sobrevivido a algún naufragio, solo para que la Guardia Costera libia los interceptase y devolviera a la costa, a sufrir más atrocidades.
En 2020, rescatamos a 1.072 personas. Sobre la base de lo que presenciamos, además, denunciamos las consecuencias mortales de las políticas migratorias europeas y defendimos incansablemente la necesidad de una respuesta más humana.