«Hay que derrotar los prejuicios sobre la salud mental en la población masculina»

El psicólogo Jonathan Martínez en Buenaventura, donde MSF tiene un proyecto de atención en salud mental a víctimas de los diferentes tipos de violencia. ©MSF

Jonathan Martínez trabaja en el proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Cali, de apoyo a familiares de desaparecidos forzados. Antes trabajo con víctimas de la violencia en Buenaventura. En esta entrevista explica la importancia de derrotar los falsos mitos sobre la salud mental en la población masculina: “no se trata de hombres o mujeres, se trata de seres humanos. No es cuestión de debilidad, sino de humanidad. Todos los seres humanos en estos contextos experimentan algún tipo de sufrimiento y necesitan movilizar recursos adicionales para preservar o restaurar su salud mental”.

¿Por qué es necesario seguir insistiendo en que la salud mental o acudir al psicólogo, es para todo el mundo independientemente de su sexo?

Colombia, como muchos otros sitios, es una sociedad muy patriarcal. A los niños se les sigue diciendo “¡párese, que los hombres no lloran!”: A los hombres no se les permite expresar su sufrimiento, pena, dolor. Pero expresarse, estar apenado o triste y, sobre todo, demandar apoyo no es una cuestión de hombres o mujeres, sino una cuestión de humanidad. Tenemos que sensibilizar todavía mucho al respecto. En nuestro proyecto en Cali solo un paciente de cada cinco es hombre, contra una mediana de uno por cada tres en los otros proyectos, y obedece a estos mitos…

¿Cómo llegan los hombres a los proyectos de MSF? ¿Esperan que haya un psicólogo?

Muchos pacientes llegan a la consulta psicológica a través de sus mujeres, de sus hijas, que ya han pasado por nuestro servicio. No tenemos criterio asignado: los hombres pueden ser atendidos tanto por psicólogas como por psicólogos. Pero en alguna ocasión sí piden ser atendidos por psicólogos, por encontrarse más cómodos. Aunque, incluso en casos de que hayan sufrido violencia sexual, lo más importante es que se genere confianza entre psicólogo/a y superviviente. Y es algo que también hay que transmitir, esa situación, -por la que nadie debería pasar, en la que la humillación ha sido enorme, física, verbal, mental-, va a quedarse ahí, produciendo dolor. Y para seguir viviendo, como persona, el superviviente debe hacer algo y darse una oportunidad para superarlo, dar un paso adelante para vencer al dolor, que ya es mucho.

¿Se somatiza el dolor de forma diferente entre los hombres que entre las mujeres?

Los dos a menudo somatizan el dolor psicológico en dolor físico, con dolores de cabeza y de estómago, ansiedad, palpitaciones e irritabilidad. Encima de eso para los hombres hay tal vez una cuestión de impotencia: en teoría si tu rol es el del protector de la familia y ha habido un episodio de violencia en el que no has podido defender a los tuyos, tu rol queda cuestionado lo  que puede conducir a la desesperación o a la necesidad de venganza para recuperar ese poder perdido. Esto puede derivar en conductas violentas o de evasiones autodestructivas. Registramos muchos casos de consumo de alcohol, un patrón negativo de conducta que se ve como socialmente aceptado: “es un alivio para el dolor”, “beber para olvidar” y “beber mucho es de machos”. Es una combinación terrible.

.¿Qué les dices cuando llegan, acompañando a algún familiar?

¡Que no estamos hablando de debilidad o fuerza, conectados al tema de masculinidad o virilidad, pero sí de enfermedad! Si estás con dolor en el cuerpo, vas al médico. Si estás con dolor en tu alma, en tu mente, también debes buscar alivio profesional. Y buscar ese alivio es el medio para volver a ocupar su rol y de proporcionar de nuevo bienestar a su familia, así como recuperar el suyo también.

¿Hay relación entre los niveles de violencia experimentados en el espacio público y el que se desarrolla en el ámbito doméstico?

Lo hay. Cuando una familia ha pasado por un evento traumático, eso toca a todos, desde los niños hasta los padres: el niño despliega comportamientos extraños o de rebeldía y la madre o el padre pueden estar más irritables. Hay mayor sensibilidad, menor  tolerancia, menor control de impulsos, lo que puede facilitar roces, impaciencia y el recurso a la violencia.

¿Y en el caso de los familiares que tienen desaparecidos?

En este caso, la figura masculina puede tener un sentimiento de culpa añadido: al tener que seguir proveyendo, no puede dedicarse a la búsqueda del desaparecido de la misma manera que otros miembros del núcleo familiar. Esa frustración también puede desencadenar conductas de riesgo: consumo de alcohol descontrolado o incluso ponerse en riesgo en búsquedas en zonas peligrosas. En el caso del desaparecido, queda un vacío enorme, en el que todas las especulaciones, cualquier relato de lo que pudo haber sucedido, caben. Es determinante que se vea así, como una especulación. También tratar de normalizar la vida, sanar relaciones familiares, tratar de regresar a una cotidianeidad, que el evento terrible no ocupe de forma masiva todo el espacio familiar.

¿Por qué decidió MSF apoyar a las familias de desaparecidos?

Existe un reconocimiento institucional de que la desaparición es un acto premeditado criminal, para no dejar rastros. Desaparece la persona y con ella, el delito. Esta pérdida tiene un impacto sobre los familiares a nivel de salud mental. Al mismo tiempo existe una capacidad limitada para hacer frente a esta necesidad por parte del estado y otras organizaciones no gubernamentales. Nuestro compromiso es brindar el apoyo a las familias, acompañarlos en este proceso, reconocer su existencia y el sufrimiento que causa.  

¿Cuántos pacientes  ha atendido MSF este año en Colombia y en qué lugares?

Nosotros trabajamos en Buenaventura y Tumaco con sobrevivientes de violencia sexual y otras situaciones de violencia. También hay un equipo de respuesta a emergencias que monitorea la situación sanitaria y humanitaria a nivel nacional. Además, este año, abrimos dos proyectos, en Cali y Puerto Asís, para acompañar a familiares de desaparecidos. En total,  entre enero y octubre, hemos atendido a 494 supervivientes de violencia sexual (42 hombres y 452 mujeres) y 1706 han sido beneficiarios 

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