Desde Venezuela hasta Senegal, Burkina Faso o España, nuestros compañeros y compañeras hablan sobre su experiencia, sus miedos, emociones y esperanzas.
Estamos trabajando contra reloj para responder a la pandemia del COVID-19 en más de 70 países. Implementamos programas específicos y abrimos nuevos proyectos en distintos contextos a medida que se convierten en nuevos focos de la enfermedad.
"Espero que el COVID-19 no solo nos enseñe a lavarnos las manos, sino que haga que los gobiernos entiendan que la atención médica debe ser para todos", explica nuestro director del departamento de Análisis.
En el Hospital Regional Maroua, en Camerún, asistimos a pacientes con fracturas complicadas, infecciones graves de tejidos blandos y abdominales, o quemaduras. Nuestros fisioterapeutas, psicólogos y promotores de salud los ayudan a volver pronto a la vida diaria.
Los casos de este brote aumentan desde mayo de 2019 en el norte de Camerún. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) se están movilizando para prevenir la propagación de la enfermedad y evitar un pico grave en los casos, como el que afectó a la región del Lago Chad en 2018.
El conflicto entre grupos armados no estatales y el ejército ya lleva miles de personas asesinadas, dos millones desplazadas y una brutal carga de violencia para las mujeres: secuestros, casamientos forzados y todo tipo de abusos.
Medio millón de desplazados cada vez más vulnerables y una ayuda internacional insuficiente. A la crisis ya existente se suma otra menos conocida pero cada vez más cruda. Trabajamos para llegar a la población más necesitada en Camerún que vive en zonas difíciles de acceder.
Más de 35.000 nigerianos han cruzado a Camerún en las últimas semanas a causa del recrudecimiento de la violencia en los alrededores de Rann, en el noreste de Nigeria. Han llegado al pueblo de Goura, en la zona noroeste de Camerún, y necesitan con urgencia comida , alojamiento y agua , por lo que