Testimonios que cuentan las consecuencias de la violencia en Honduras

Mayelli quedó huérfana a los tres años luego de que las maras asesinaran a sus padres.Christina Simons/MSF

La violencia siempre es parte de la vida en Honduras, con una de las tasas más altas de homicidios en el mundo. La atmósfera de tensión y miedo en las calles también se filtra en los hogares, y a menudo se manifiesta en la violencia doméstica y sexual. Aquí, los pacientes de Médicos sin Fronteras (MSF) describen sus experiencias, tanto dentro del país como durante el peligroso viaje hacia el norte, a través de México.

Coatzacoalcos, México: “Quisiera tener alas para volar”

«Vengo desde Honduras. Atravesé la frontera para llegar a Estados Unidos. Ahora, espero en la Casa del Migrante en Coatzacoalcos, hasta recuperarme y continuar la ruta. Me siento deprimida. Tuve que salir porque no tenía trabajo. Dejé a mi hijo con unos familiares mientras llego al norte. He vivido situaciones muy duras.»

La vida de Mayelli ha estado atravesada por la violencia desde muy pequeña. Con solo tres años quedó huérfana. A sus padres los asesinaron las maras y, sin muchas posibilidades, fue adoptada por unos familiares. Pero ellos nunca le dedicaron el tiempo ni la atención suficientes.

Cuenta que a los ocho años su primo abusó sexualmente de ella, pero nadie hizo nada. Vivía en un ambiente con alto grado de vulnerabilidad, así que decidió abandonar a sus familiares cuando se hizo adolescente. Sin saber qué camino agarrar, conoció a algunos miembros de la pandilla de la mara, entre ellos a un hombre que se convirtió en su pareja. Al poco tiempo de convivir juntos, abusó de ella y trato de matarla.

En medio de la cruda realidad, Mayelli intentó sostenerse con un puesto de comida, hasta que su pareja se llevó todo: el negocio, el dinero y su ropa. No tenía a dónde ir y terminó viviendo en las calles. Después de un tiempo, decidió salir de su país, pero sabe que el camino es muy arriesgado. Ella desea, “alas para volar”.

Médicos Sin Fronteras (MSF) trabaja con personas migrantes y refugiadas en México desde 2012, quienes huyen de la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen. Actualmente, MSF busca mejorar el acceso a la atención médica y psicológica de dichas personas a lo largo de la ruta migratoria, priorizando la asistencia a la población más vulnerable: menores no acompañados, mujeres que viajan solas y personas víctimas de la violencia directa.

En coordinación con el Hogar Refugio La 72 (Tenosique, Tabasco) y en la Casa del Migrante Diócesis de Coatzacoalcos (Coatzacoalcos, Veracruz), nuestros equipos aseguran un servicio médico de calidad, y ofrecen servicios de promoción, prevención y atención en salud mental.

Tegucigalpa, Honduras: “Todo se volvió una pesadilla”

Arturo llegó con su esposa a la primera consulta psicológica con Médicos Sin Fronteras (MSF). No quería hablar, bañarse ni comer. Tenía temblor en su cuerpo y había intentado suicidarse. Vive muy enojado y se despierta por las noches gritando que lo van a matar. Su familia está muy asustada.

Desde niño, Arturo fue víctima de maltrato físico y verbal por parte de su padre. A los 13 años no pudo soportarlo más y se marchó. Entró a las barras de equipos de fútbol y en un principió sintió que había encontrado una familia. Un día, el jefe del grupo le pidió a Arturo que tenía que matar a una amiga suya. “No pudo hacerlo”. Le dijo a su amiga que se desapareciera. A él también le tocó irse. “Me fui de mojado hacia los Estados Unidos y me llevé 15 mil lempiras que tenía guardadas. No pude cruzar, estuve en México un tiempo y tuve que regresar a Honduras”.

Aunque Arturo se cambió de ubicación, las barras lo encontraron y le dieron una golpiza. Lo obligaron a pagar dinero, pero él no lo pudo recolectar todo. Volvió a cambiarse de domicilio y allí lo secuestraron y llevaron a una “casa loca”, donde las pandillas de las maras suelen cometer atrocidades. Ese día vivió las peores pesadillas de su vida. Lo cortaron con un arma blanca en su pelvis e hicieron un ritual satánico. Dos de las personas que estaban en este lugar lo desnudaron, abusaron sexualmente de él y lo empalaron.

Después de esto perdió el conocimiento. Recuerda que una mujer desconocida lo saco de la casa y lo llevó en un taxi a urgencias. Al llegar al Hospital le preguntaron qué le había pasado y les dijo que había sido agredido. Fue intervenido quirúrgicamente pero no le revisaron sus genitales, porque sentía mucho temor y vergüenza de lo que le había sucedido. Fue referido al equipo de MSF para tratar todo el evento de violencia. Actualmente Arturo se encuentra en atención con uno de nuestros psicólogos. Para asistir a sus terapias llega completamente disfrazado, por temor a ser reconocido por sus agresores.

En la capital de Honduras, Tegucigalpa, MSF continúa con su servicio prioritario en colaboración con el Ministerio de Salud de Honduras, brindando atención médica y psicológica de emergencia a las víctimas de la violencia, incluida la violencia sexual. Este servicio gratuito, confidencial y de ventanilla única, está disponible en tres lugares diferentes en Tegucigalpa, incluido el hospital principal de la ciudad.

El tratamiento médico para la violación incluye la profilaxis posterior a la exposición para prevenir las infecciones por VIH y hepatitis B y el tratamiento de otras infecciones de transmisión sexual, como la sífilis y la gonorrea. Además, hay consejería, terapia grupal y primeros auxilios psicológicos disponibles.

Choloma, Honduras: “Es que no sé si estoy embarazada”

Era una mañana como cualquier otra en la clínica, mientras la médica de Médicos Sin Fronteras (MSF) estaba en consulta una adolescente delgada, muy tímida y cabizbaja, entró. Cecilia, de apenas 14 años, le dijo: “es que no sé si estoy embarazada”.

“La invité a que habláramos sobre su caso. Le dije que estaba en confianza. Al consultarle sus datos generales me contó que no sabía cuándo había nacido, que nunca le habían celebrado un cumpleaños y que solo sabía que tenía 14 años, porque se lo había dicho su padre. Nunca fue a la escuela, no sabía leer ni escribir”.

Cuando ahondaron un poco más, la niña le comentó que su hermana la había llevado a una “casa loca”. “¿Qué es eso?”, le pregunté. Me respondió que era una casa de pandilleros. Allí tuvo relaciones sexuales con su líder, pero no sabía exactamente por qué. No era la primera vez que le pasaba. Tres años atrás, mientras caminaba hacia su casa un hombre la había llevado a un monte para abusarla. Llegó a su casa, sangrando, sucia y desorientada”.

“El caso de Cecilia -dice la médica- lamentablemente no es aislado y representa la situación de muchas adolescentes en Honduras, siendo una muestra clara de la crisis social actual. Como mujer, en un país con muchos retos en cuanto a equidad de género; como afrodescendiente en una cultura que lucha contra el racismo día a día y como médica, en un sistema donde la salud tiene tantas limitaciones y mucho para avanzar, casos como el de Cecilia refuerzan mi deseo de colaborar en la educación de la población de mujeres (con énfasis en adolescentes), que no tienen acceso, sobre todo, al área de la salud sexual y reproductiva, ni al conocimiento de sus derechos reproductivos”.

En marzo de 2017, Médicos Sin Fronteras (MSF) comenzó a trabajar en la Clínica Materno Infantil (CMI) de Choloma, una ciudad industrial en el departamento de Cortés, norte de Honduras, que es notoria por sus altos niveles de violencia.Antes de que MSF abriera el proyecto, había pocas instalaciones de salud para atender las necesidades de las mujeres en el área. Muchas mujeres embarazadas no recibían atención prenatal y los servicios de partos eran extremadamente limitados. El resultado era una alta tasa de complicaciones médicas entre las mujeres en edad reproductiva.

Los equipos de MSF en Choloma brindan servicios de planificación familiar, consultas ante y postnatales, atención de partos y ofrecen apoyo psicosocial a las víctimas de la violencia, incluidas las víctimas de violencia sexual.

*Los nombres de Arturo y Cecilia han sido cambiados para proteger la identidad de las personas.

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