Lago Chad: Apoyo psicológico para las comunidades atrapadas en el conflicto

Konama, de 25 años, es una refugiada de Nigeria. Huyó de su hogar con tres niños y se instaló en un campo informal cerca de la ciudad de Driffa.MSF/Elise Mertens

Alrededor de 17 millones de personas viven en áreas afectadas por el conflicto violento entre los grupos armados no estatales y las fuerzas militares en la región del Lago Chad, que se extendió por Camerún, Chad, Níger y Nigeria. Más de 2,3 millones de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares y actualmente siguen desplazadas. El conflicto […]

Alrededor de 17 millones de personas viven en áreas afectadas por el conflicto violento entre los grupos armados no estatales y las fuerzas militares en la región del Lago Chad, que se extendió por Camerún, Chad, Níger y Nigeria. Más de 2,3 millones de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares y actualmente siguen desplazadas.

El conflicto tuvo un efecto particularmente dañino en la salud mental de las personas desplazadas y de quienes aún viven en medio de la violencia.

En Médicos Sin Fronteras vimos una necesidad creciente de apoyo de salud mental desde el comienzo del conflicto. Incluso en lugares donde la violencia disminuyó, las consecuencias del desplazamiento, la desesperanza y la desesperación continúan afectando la vida de las personas y pueden provocar problemas crónicos de salud mental.

Una parte importante de las actividades de MSF en la región tiene como objetivo reducir el sufrimiento psicológico de las personas atrapadas en el conflicto del Lago Chad. Muchas necesitan apoyo psicológico después de haber sufrido violencia, presenciado atrocidades o después de haber perdido sus pertenencias y a miembros de su familia, ya sea como desplazados, refugiados o al encontrarse en sus comunidades locales.

Nigeria se llevó la peor parte del conflicto del Lago Chad. Casi 8 millones de personas que viven en el noreste de Nigeria dependen en gran medida de la ayuda para sobrevivir, incluyendo a 1.6 millones de personas que han sido desplazadas de sus hogares.

En las ciudades de Pulka y Gwoza, donde MSF tiene operaciones principalmente en campos de tránsito, donde nuestros equipos ofrecen primeros auxilios psicológicos a los recién llegados. Nuestros pacientes son, en su mayoría, mujeres cuyos maridos a menudo se encuentran desaparecidos. Estas mujeres no tienen más remedio que abandonar sus hogares junto con sus hijos para buscar seguridad y ayuda humanitaria; por su parte, sus maridos normalmente fueron asesinados, son sospechosos de pertenecer a grupos armados o están peleando contra estos grupos. También estamos atendiendo a un número creciente de niños y adolescentes para quienes la atención en salud mental es particularmente importante para evitar futuras complicaciones psicológicas.

En Diffa, Níger, al otro lado de la frontera, MSF brinda servicios de salud mental desde julio de 2015. Allí, nuestro equipo comparte preocupaciones similares. Debido al conflicto que los rodea y a las difíciles condiciones de vida, las personas viven en un estado constante de inseguridad y angustia. Vemos a muchos pacientes con síntomas de depresión, ansiedad o trastorno de estrés postraumático. Los adultos pueden sentir culpa, o tienen baja autoestima y se aíslan. Los niños pueden mostrar un comportamiento regresivo, mientras que los adolescentes adoptan comportamientos de riesgo como el abuso de drogas y alcohol.

«Ser forzado a huir y después establecerse en un nuevo entorno sin saber por cuánto tiempo, es muy desestabilizador. Las personas que se enfrentan al exilio pierden todos sus hitos físicos, sociales y materiales. Necesitan reconstruir sus vidas desde cero y aprender todo de nuevo«, explica Yacouba Harouna, un psicólogo nigeriano de MSF que trabaja en Diffa. Lograrlo es un trabajo duro para el que las personas necesitan apoyo psicosocial. 

La luz al final del túnel

Muchos ex pescadores o pastores orginarios de las islas del Lago Chad llegaron a Diffa. Estaban acostumbrados a estar entre los líderes económicos, contaban con influencia social y política. Pero ahora que fueron desplazados, luchan por encontrar formas de sobrellevar la situación, tienen que aprender a ganarse la vida a través de pequeños negocios o pedirles a sus hijos que trabajen para evitar que la familia no pueda alimentarse.

«Mientras las personas se movilizan, también comienzan a encontrar los mecanismos de adaptación adecuados para recuperar sus rutinas y una sensación de control en sus vidas», dice Ana-Maria Tijerino, referente de psicología de MSF en Ginebra. «No es perfecto, y tampoco es lo mismo que antes, pero esta es la resiliencia que estamos buscando en muchas de estas comunidades».

En Diffa, los equipos de MSF adoptaron un enfoque comunitario para identificar y abordar mejor las necesidades de salud mental de las personas a quienes brindan apoyo, en particular con los jóvenes. Los trabajadores comunitarios de salud mental visitan regularmente espacios comunitarios, como campos para personas internamente desplazadas, puntos de agua y escuelas, para buscar a niños y adolescentes que necesitan atención. 

Dependiendo de su edad y sus problemas de salud mental, los pacientes son referidos a clases de psicoestimulación (dibujo, baile, narración de historias, etcétera), a consultas familiares o a sesiones grupales de conversación. Los trabajadores comunitarios también organizan sesiones educativas para padres, otros educadores y líderes comunitarios para fortalecer su capacidad para identificar señales de advertencia en los jóvenes.

En el norte de Camerún, MSF proporciona atención de salud mental para pacientes que se recuperan de lesiones, y también para niños que sufren desnutrición. Aunque no es cierto que los niños tengan más probabilidades de desnutrición si sus cuidadores (generalmente sus madres) padecen una enfermedad mental, una vez que se han atendido las necesidades de salud mental, las mejoras en la salud del niño se notan más rápidamente.

Nuestros equipos de salud mental trabajan para reforzar los lazos entre el niño y su cuidador, fomentando sesiones de psicoestimulación para abordar las consecuencias sobre el desarrollo que provoca la desnutrición. A los cuidadores también se les ofrece un espacio seguro para hablar sobre sus preocupaciones y síntomas, pues muchos de ellos también han sido víctimas del conflicto.

En Mora, en el norte de Camerún, los psicólogos de MSF escucharon a muchas mujeres hablar sobre el miedo que sienten. Temen dormir dentro de un lugar, después de haber pasado muchas noches durmiendo en la selva con sus hijos, ocultándose de los ataques nocturnos y encendiendo las luces durante la noche, después de pasar noches sin hacer ningún ruido o movimiento. El tipo de apoyo que estas mujeres están recibiendo ahora puede tener un impacto directo en las relaciones que establecen con sus hijos.

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