Una escuela agujereada por las balas. Una cancha en la que murieron los líderes de una comunidad. Una casa a la que no volverá un guardia indígena. Una calle en la que la población se unió para conseguir que un grupo armado desistiera de llevarse a sus jóvenes. Estas son algunas de las imágenes tomadas por la fotógrafa y documentalista Fernanda Pineda, quien, invitada por Médicos Sin Fronteras (MSF), visitó las comunidades afrodescendientes de Chachajo y Mojaudó y el poblado indígena de Puesto Indio en Alto Baudó (Chocó) para registrar la vida en medio del confinamiento y retratar las cicatrices que el conflicto y las ausencias institucionales han dejado en este territorio del Pacífico colombiano.
De este trabajó nació “Riografías del Baudó: ¿cómo se cura un territorio herido?”, una muestra fotográfica que da cuenta de la crisis humanitaria que se vive en la subregión de Alto Baudó, afectada por el conflicto armado y múltiples vacíos institucionales, y en donde MSF, organización médico-humanitaria independiente y presente en Colombia desde 1985, ha trabajado durante tres años. Tras ser exhibida en ARTBO, esta muestra está siendo exhibida en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá (Cl. 11 #5-60) hasta el 21 de octubre. La entrada es gratuita y se puede ver de 8:00 a.m. a 6:00 p.m.
En la exposición, compuesta por 25 fotografías, se pueden conocer las historias de mujeres curanderas, yerbateras y parteras de las comunidades, quienes identificaron lugares heridos y los sanaron simbólicamente mediante suturas y medios tradicionales. Nancy Guerrero Castillo, directora de MSF para Sudamérica, señala que “este proyecto artístico da cuenta de un esfuerzo conjunto entre la comunidad, nuestra organización médico-humanitaria y la fotógrafa Fernanda Pineda por dar visibilidad a un flagelo humanitario que no ha tenido el interés suficiente”.
Un proceso comunitario
Esta colaboración inició con un taller sobre fotografía dictado por Fernanda Pineda al equipo de involucramiento intercultural de Médicos Sin Fronteras, integrado principalmente por mujeres indígenas y afrodescendientes. Este equipo es un puente entre culturas, que trabaja para armonizar el lenguaje, las costumbres y los saberes locales con la asistencia en salud que brinda la organización médico-humanitaria.
Por ello, durante estos encuentros, el equipo resaltó la importancia de representar a las comunidades más allá de su etiqueta de víctimas, por lo que se definió que la producción fotográfica resaltaría también las prácticas propias de las comunidades para mantenerse sanas.
Luego, Pineda navegó río Baudó arriba acompañada por Yazury Dumaza, Angélica Rojo, Malory Mogollón y Leslie Valencia, integrantes del equipo de involucramiento, hasta dos comunidades afrodescendientes y un caserío en el que viven cuatro comunidades indígenas. “Tanto Chachajo como Mojaudó y Puesto Indio son comunidades en donde las mujeres desempeñan un papel protagónico por su conocimiento de las plantas. Nos adentramos en este territorio a través de entrevistas para identificar cuáles son esos espacios que hacen parte de su comunidad que han estado heridos por el conflicto armado que azota este territorio y después, a través de su conocimiento, construimos un espacio simbólico de sanación”, describe Pineda.
En total, siete mujeres de las tres comunidades identificaron los lugares en los que las cicatrices de la guerra eran evidentes y los curaron mediante suturas, remedios y flores que suelen usar para aliviar el dolor de sus vecinos. El resultado es una co-creación que cuenta con material de carácter simbólico, compuesto por fotografías de territorios heridos sanadas por las sabedoras, y otro de carácter literal, en el que líderes y sobrevivientes describen cómo el miedo y la vulnerabilidad persisten ante la falta de respuesta efectiva por parte de las instituciones.
“Buscamos sensibilizar al público general colombiano para que miremos esos territorios y lo reconozcamos no solo desde la dureza y la dificultad, sino también desde la riqueza cultural ancestral y el conocimiento que tienen estas mujeres, quienes quieren ser conocidas por algo más allá del dolor y la injusticia”
Fernanda Pineda
Las heridas
Las comunidades afrodescendientes e indígenas remotas de la región del Alto Baudó han sido afectadas por múltiples afectaciones relacionadas con conflicto armado y vacíos institucionales en la región: limitaciones en el acceso a medicamentos y centros de salud, a agua potable, a educación y riesgo de inseguridad alimentaria por presencia de actores armados y artefactos explosivos en zonas de cultivo. Esto tiene un impacto inmediato en la salud física y mental.
Según la Defensoría del Pueblo, durante 2023 Chocó fue el departamento con mayor número de confinamientos forzados, con 124 eventos que afectaron a 40.414 personas. Además, fue el segundo departamento en eventos de desplazamiento masivo con 19 de los 154 ocurridos en el país, según la misma entidad. Adicionalmente, de acuerdo con la Unidad para las Víctimas, en 2023 Chocó fue el quinto departamento con mayor afectación por conflicto armado en el país con 37.832 víctimas. Alto Baudó fue el segundo municipio del Chocó por afectación, con 5.758 de los registros.
A esto se suman los vacíos institucionales. Al ser una subregión cuya principal vía de comunicación es el río Baudó y sus afluentes, sin vías carreteables, el costo de los transportes resulta inaccesible para las comunidades que no tienen una fuente de trabajo fijo, por lo que están casi desconectadas de servicios básicos, incluso de los centros de salud primarios.
El Estado colombiano, con apoyo de organizaciones nacionales e internacionales, debe reducir las brechas y garantizar el acceso a la salud y otros servicios a todas las comunidades. No se puede normalizar que las comunidades afrodescendientes e indígenas de Chocó vivan en permanente vulnerabilidad.
El trabajo de Médicos Sin Fronteras
De acuerdo con la doctora Altair Saavedra, coordinadora médica en Colombia y Panamá de MSF, “durante el período de operaciones en la región del Chocó, MSF ha sido testigo directo del profundo impacto que la escalada del conflicto armado ha tenido sobre el bienestar de las comunidades locales”.
En respuesta a esta crisis humanitaria, MSF ha implementado un programa integral de capacitación para 48 agentes y promotores comunitarios de salud. La iniciativa busca mejorar el acceso a servicios sanitarios básicos en las comunidades más remotas del Alto Baudó.
Entre marzo de 2022 y julio de 2024, los agentes comunitarios realizaron unas 10.000 consultas y organizaron 5.233 sesiones educativas sobre salud preventiva, beneficiando a un total de 47.384 participantes.
La doctora Saavedra enfatiza: «Además de formar a los agentes y promotores comunitarios, hemos logrado que más de 2.000 pacientes provenientes de zonas aisladas accedan a atención médica, garantizando su traslado a centros de salud adecuados, incluidos 1.303 pacientes que requirieron remisiones de carácter urgente».
Asimismo, la coordinadora médica subraya las dificultades logísticas que enfrenta la población local: «En esta subregión, el acceso a servicios de salud puede implicar un viaje en embarcación de hasta 13 horas de duración, siempre y cuando se disponga de los recursos económicos necesarios para costearlo». Un solo trayecto hasta un hospital puede costar más de 150 mil pesos.
El modelo de atención implementado por MSF ha logrado extender la cobertura de servicios de salud básicos a 133 comunidades del Alto Baudó, las cuales previamente carecían de acceso a atención médica fundamental.
El programa ha puesto especial énfasis en abordar las barreras lingüísticas, asegurando que los servicios de salud sean accesibles y aceptables para todas las comunidades, respetando sus cosmovisiones y formas de entender la enfermedad y la salud.