Mali: «No es justo que una mujer tenga que morir en el parto»

Seydou Camara/MSF

Las hemorragias post parto son complicaciones fatales para muchas mujeres que no pueden viajar a recibir atención médica debido a la inseguridad que afecta la región del norte y centro de Mali. [Especial Día Internacional de la Mujer 2018]

“No es justo que una mujer tenga que morir mientras está creando otra vida. Debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a las mujeres a través asistencia médica durante los partos»

dice Mamadou Keita, obstetra especialista y referente médico de Médicos Sin Fronteras en Asongo, Mali.

Es que las hemorragias post parto potencialmente fatales y requieren intervención médica de urgencia. Este es un problema grave en Mali para las mujeres que viven lejos de los centros de salud o las que no pueden viajar debido a la inseguridad que afecta la región. 

Para intentar hacer frente a estos problemas Médicos Sin Fronteras proveyó asistencia médica en más de 1500 nacimientos y 2776 consultas maternas durante 2017 en la región de Asongo. En Douentza, el centro de Mali, 442 mujeres fueron asistidas durante el parto. 

En el Día Internacional de la Mujer queremos compartir estas tres historias para reconocer las travesías largas y peligrosas que tienen que hacer las mujeres en Mali para obtener atención médica de calidad. 

Una caminata de dos días para salvar la vida

Tala, de 17 años y originaria de una comunidad nómada entre Menaka y Ansongo en el este de Mali, tuvo que viajar 100km durante dos días en condiciones terribles para llegar al Centro de Salud de Referencia de Ansongo. Padecía un caso de anemia grave debido a una hemorragia surgida después de su primer parto en el hogar.

La madre de Tala, Tahata, de unos cincuenta años, a la cabecera de la joven madre en el Centro de Salud de Ansongo

«Mi hija se enfermó después de dar a luz. Se debilitó mucho. Después del nacimiento de su hijo, perdió mucha sangre. El centro de salud comunitario está muy lejos de nuestra casa, a más de 50 kilómetros. El estado de la ruta no es bueno y frecuentemente nos da miedo lo que nos pueda llegar a ocurrir por el camino.

Se vio obligada a parir en casa, como la mayoría de las mujeres que dan a luz aquí. Como no se terminaba de recuperar, utilizamos medicinas tradicionales para curarla, pero no funcionó. Fue entonces cuando decidí llevarla al centro de salud, sola y en carreta, porque los hombres estaban pastando con el ganado. Llevamos al recién nacido con nosotras.

El viaje duró todo un día y fue muy duro. En el centro de salud, su estado empeoró todavía más. El personal médico nos habló entonces de Médicos Sin Fronteras (MSF) y de su presencia en el Hospital de Ansongo. Nos volvimos a poner en marcha, otra vez en carreta. Con el calor, mi hija empezó a agonizar. Por suerte nos encontramos con un vehículo que conseguimos parar y que amablemente nos llevó a Ansongo.

Cuando finalmente llegamos, a altas horas de la noche, mi hija fue hospitalizada. Me dijeron que le faltaba mucha sangre. Me pregunté cómo me las iba a arreglar para pagar la transfusión y los cuidados. Allí, los equipos de MSF hicieron un gran trabajo y salvaron la vida de mi hija sin pedirme dinero, e incluso me dieron comida mientras me quedaba con ella. Hoy se encuentra mucho mejor y ya ha podido empezar a cuidar a su bebé».

Dar a luz en mejores condiciones es el sueño de muchas mujeres en Mali

Awa experimentó una enorme hemorragia durante su parto prematuro, que se realizó en casa y durante el cual no recibió ninguna asistencia médica. Para ayudarla a detener la pérdida de sangre, sus padres utilizaron en vano medicamentos tradicionales. Durante todo ese tiempo, Awa sufría, dejó de comer, se fue debilitando y finalmente llegó a sufrir una anemia grave. Después de pasar veinte días en esta situación, llegó de urgencia al Centro de Salud de Referencia de Douentza en un triciclo. Su asistencia está garantizada de forma gratuita por MSF.

Amadou, agricultor originario de Douentza, en Mali, acompaña a su esposa Awa al Centro de Salud de Referencia de Douentza.

«Somos de Douma, un pueblo muy lejos de la ciudad de Douentza, donde ni siquiera hay un centro de salud. Por eso me traje a mi esposa Awa aquí para que recibiera tratamiento. Era la primera vez que estaba embarazada. Como estamos lejos del hospital, no asistía a sus consultas prenatales. Pero creíamos que habíamos calculado correctamente los meses del embarazo y que todavía faltaba para el parto. Un día, de repente, sintió dolores en el vientre.

Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que estaba a punto de dar a luz a nuestro primer hijo. Era demasiado tarde para llevarla al hospital. Además, no teníamos ningún centro de salud cerca. Era muy duro para nosotros ver lo que estaba ocurriendo: perdió demasiada sangre y el bebé estaba muerto. Para nosotros fue muy duro.

La tragedia ocurrió hace veinte días. Para detener la sangre utilizamos muchas medicinas tradicionales que tardaron mucho en actuar. Para nosotros, ya habíamos superado lo peor, pero Awa no estaba todavía en forma, no tenía hambre, estaba menos activa. Fue entonces cuando comenzó a tener hinchazón en la piel; la cara, las manos… todo se le deformó. Ahí empezamos a buscar una manera de traerla aquí. Cuando llegamos, la examinaron y, siguiendo el consejo de los médicos, comió alimentos que le permiten recuperar algo de fuerza«.

“Teníamos miedo de salir, de emprender el camino solas, por la falta de seguridad”

Aminatou fue llevada de urgencia, temprano por la mañana, a la Unidad de Maternidad del Centro de Salud de Ansongo 14 días después de tener un parto en casa sin asistencia médica. Ya moribunda, tuvo un total de cuatro crisis de eclampsia durante el examen clínico. Gracias a la movilización de todo el equipo de MSF en la unidad de maternidad, su estado se estabilizó y su vida dejó de correr peligro.

Wanli, originaria de Ansongo, en el norte de Mali, con el hijo de su sobrina Aminatou.

«Todo comenzó a las cinco de la mañana, mientras tomaba el desayuno. Ahí empezó la eclampsia. No paraba de desmayarse y de temblar. Buscamos un vehículo para traerla aquí, al hospital. Ahora bien, como era de noche, no había ningún hombre que nos acompañara. Teníamos miedo de salir, de emprender el camino solas, por la falta de seguridad.

A la mañana siguiente, nos la llevamos al centro de salud comunitario en el que había asistido a sus consultas durante el embarazo; su última visita fue tres días antes del parto. Mi sobrina sufre complicaciones relacionadas con haber dado a luz en casa sin asistencia médica. Sé que parir fuera del hospital a veces puede salir bien, y otras veces puede tener consecuencias graves, pero, dada la inseguridad, las mujeres no tienen más opción que la de dar a luz en casa durante la noche. Somos conscientes de las consecuencias que esto puede traer».

El Dr. Sidiki Amadou es el médico de MSF que se hizo cargo de asistir a Aminatou en la sala de consulta de emergencia de la maternidad. Al respecto, agregó:

«Gracias a los diferentes tratamientos recibidos, la crisis de eclampsia desapareció. El parto en casa es algo que hay que evitar a toda costa. Y especialmente para las personas de la localidad de Ansongo, porque después del parto a menudo hay complicaciones, como en el caso de esta madre. La crisis de eclampsia es mortal, la paciente se había mordido la lengua muy fuerte mientras la intentábamos sacar del estado de crisis. Como muchos otros pacientes, de no recibir asistencia podría haber perdido la vida. Para luchar contra los partos sin asistencia médica en el hogar, MSF se comunica con las mujeres durante las visitas prenatales. En este sentido, también es importante difundir los mensajes en la radio y lograr una concienciación a gran escala para que la gente llegue a entender las consecuencias del parto antes, durante y después de este.»

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