Sur de Ucrania: logramos asistir a más pacientes con la ayuda de voluntarios locales

Dada la destrucción de los centros sanitarios del sur de Ucrania, montamos clínicas móviles donde proporcionamos atención médica y medicamentos esenciales para los sobrevivientes de los ataques bélicosLaurel Chor.

La ayuda del voluntariado local es vital para paliar la amplia demanda de asistencia médica de los sobrevivientes de la región. Dormitorios convertidos en clínicas y residentes transformados en médicos, ese es el panorama del sur de Ucrania.

La guerra en las fronteras de Ucrania ha provocado la destrucción total del sistema de salud, dejando a los locales sin posibilidades de acceder a una atención médica primaria de calidad.

Nuestros equipos atestiguan la destrucción masiva de las ciudades y pueblos del sur de Ucrania que, durante meses, estuvieron en los frentes de combate o bajo el control de Rusia. El derrumbe de los centros sanitarios y la ausencia de personal médico especializado condujo a los locales a convertirse en prestadores de asistencia médica, atendiendo a los residentes de la región que se encontraban heridos u enfermos.

Nuestros equipos dependen de ellos para llegar a los residentes que sobrevivieron a la terrible experiencia de la guerra y, a veces, para algo tan práctico como encontrar un lugar para realizar las consultas.

El compromiso médico de los voluntarios locales ante un sistema de salud devastado

Después de ocho meses de un violento enfrentamiento, el pueblo de Posad-Pokrovske, en la región de Kherson, está en ruinas. Una pequeña cocina al aire libre es la única parte del patio trasero de Natalia Chorna que la guerra no alcanzó a tocar. Allí, ella fríe pasteles de carne llamados belyashs. Sus perros deambulan entre los escombros.

La clínica ambulatoria de la localidad de Posad-Pokrovske totalmente dañada.

Las fueras rusas en realidad nunca tomaron el control de este pequeño pueblo. Sin embargo, en marzo de 2022, caían cohetes todos los días sobre Posad-Pokrovske. Fue entonces cuando Natalia y su esposo Valeriy decidieron irse.

“Cogimos un par de maletas y nuestros perros y nos fuimos a Mykolaiv”, dice Valeriy. La pareja regresó a Posad-Pokrovske en noviembre, poco después de la contraofensiva que permitió a las fuerzas ucranianas recuperar el control de la zona.

El 17 de noviembre, un equipo de nuestra organización visitó el pueblo por primera vez. Lo que encontraron fueron ruinas y un puñado de personas: de los 2.000 residentes anteriores, quedaban menos de 20.

El nivel de destrucción era tal que nuestro personal no podía utilizar de forma segura ningún edificio público del pueblo para realizar consultas. El centro sanitario local había sido alcanzado por los ataques y, aunque algunas de las habitaciones seguían en pie, no eran seguras debido al riesgo de dispositivos sin explotar.

Un paramédico local derivó al coordinador de proyectos de nuestra organización a Natalia y Valeriy, cuya casa podría ser utilizada por nuestros equipos como una clínica improvisada.

Voluntarios locales convierten su casa en un consultorio médico en el sur de Ucrania

“No había red, por lo que fue muy difícil comunicarnos con Natalia”, recuerda Robin Ehret, nuestro coordinador de proyectos en la región.

“En un momento, logramos comunicarnos con ella brevemente. Me dijo que no la íbamos a poder localizar de nuevo, por lo que prendería fuego unos neumáticos para que pudiéramos identificar su posición. Seguimos el humo negro y así encontramos su casa”.

Las consultas se realizaron en el dormitorio de Natalia y Valeriy. “Sin voluntarios locales, no podríamos llevar a cabo nuestras actividades como lo hacemos”.

La guerra de Ucrania convierte a los locales en médicos rurales

Tetiana Borysova es de Myroliubivka, un pueblo de la región de Kherson. Siempre quiso ser médica, pero no podía pagar sus estudios. Como gran parte del personal médico abandonó el pueblo cuando las tropas rusas avanzaron en la región, la guerra se convirtió en un curso acelerado de atención de enfermería para ella.

“Me encontré aplicando inyecciones intramusculares”, dice Tetiana. Cuando las fuerzas rusas capturaron su pueblo en la primavera de 2022, ella y su familia decidieron quedarse. Tenían miedo de ser atacados si se unían a un convoy de evacuación.

Tetiana, que era secretaria en la clínica ambulatoria local, continuó trabajando con un médico residente, un auxiliar de enfermería y un conductor.

“Aquí hicimos curaciones. Incluso le quité los puntos a una persona. Daba miedo, pero teníamos que ayudar a la gente”, expresa Tetiana.

Sin embargo, obtener medicamentos era una verdadera lucha.

“[Los soldados rusos] los vendían en la calle, pero la gente no podía pagarlos”, cuenta.

A principios de noviembre, las fuerzas ucranianas recuperaron el pueblo de Tetiana. Poco después, un equipo de nuestra organización llegó a Myroliubivka para brindar consultas y distribuir medicamentos gratuitos en la clínica ambulatoria local.

Hoy, Tetiana y sus colegas ayudan a nuestros equipos a organizar su trabajo. Entre otras cosas, informan a los residentes locales sobre nuestras próximas visitas.

“Hacemos publicaciones en grupos de redes sociales, escribimos anuncios”, dice Tetiana. “Le decimos a la gente en las calles. Así es como encontramos pacientes”.

Huir de los ataques en bicicleta

Bicicletas gastadas descansan contra una pared en Blahodatne, un pueblo de la región de Kherson. Solo se ven uno o dos autos en las calles. Las bicicletas, sin embargo, están en todas partes.

Nadie sabía cuándo comenzaría el ataque”, dice Iryna Zhomer, una voluntaria local. “Para estar listo para moverte rápidamente, necesitabas una bicicleta”.

Iryna Zhomer, voluntaria del pueblo de Blahodatne, en la región de Kherson.

En Blahodatne, solían vivir unas 800 personas. Cuando las fuerzas rusas tomaron el control, solo se quedaron unos 170 residentes, entre ellos, Iryna y su esposo.

Las personas que se fueron intentaron enviar artículos esenciales a sus familiares en el pueblo. La entrega era difícil de organizar, en parte porque la mala conexión móvil y fija dificultaba la comunicación.

“Vivo en un lugar donde hay una conexión más o menos buena”, dice Iryna. “La gente podía comunicarse conmigo. Recibía llamadas de refugiados ucranianos de lugares tan lejanos como Alemania y Portugal. Me pedían que entregara lo que me enviaban a sus familiares porque no podían comunicarse con ellos”.

Ahora, Iryna también recibe llamadas de nuestra organización. Por primera vez, uno de nuestros equipos visitó el pueblo en noviembre, poco después de que las fuerzas ucranianas lo recuperaran.

“Vienen aproximadamente una vez cada 3 semanas”, dice Iryna. “Traen medicamentos y brindan ayuda. Es bueno”.

Destacamos el compromiso médico y la empatía de los voluntarios locales del sur de Ucrania. Su formidable labor resulta esencial para que nuestros equipos continúen llegando a más pacientes que requieren de asistencia médica.

 

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