Centroamérica: «La mayoría de migrantes en retorno habían sido secuestrados o testigos de violencia»

Derly Sánchez, coordinadora de actividades de salud mental de Médicos Sin Fronteras en Panamá, relata los desafíos de atender la salud mental de migrantes en Panamá y en el Darién, una ruta marcada por la incertidumbre.

La primera vez que visité Panamá fue en 2022, cuando el número de migrantes cruzando la selva del Darién iba en aumento. Trabajé como psicóloga brindando atención en salud mental a quienes salían agotados y muy afectados de la selva.

En diciembre de 2024 volví al Darién como coordinadora de las actividades de salud mental. El panorama era muy diferente: el flujo migratorio era bajo, con unas 100 a 150 personas cruzando la selva diariamente, y siguió disminuyendo.

Atendimos en la comunidad indígena de Bajo Chiquito –el primer lugar que los migrantes veían al salir de la selva– y en la Estación Temporal de Recepción Migratoria (ETRM) de Lajas Blancas, hasta que las autoridades cerraron los puntos de atención por la poca cantidad de personas que llegaban.

Emergencia en la estación de San Vicente

Imagen de archivo: 22 de enero de 2022. Migrantes procedentes de países como Haití, Venezuela, Cuba, Senegal, Camerún, Bangladesh y Nepal, entre otros, llegan al centro de acogida de migrantes de San Vicente.

A finales de febrero, las autoridades de Migración nos pidieron apoyo por una situación urgente en la ETRM de San Vicente: una mujer iraní intentó quitarse la vida. No tenía cómo comunicarse porque los agentes no hablaban inglés ni farsi; ni acceso a sus medicamentos psiquiátricos.

En San Vicente se concentraban principalmente personas migrantes de Medio Oriente y África deportadas desde Estados Unidos, mientras se definía su estatus migratorio o la deportación definitiva a sus países.

Escuchamos testimonios impactantes del tipo ‘si me dejan aquí por más tiempo, me voy a suicidar’ o ‘volver a mi país es una muerte fija‘. Varias personas habían sufrido amenazas en sus países por su orientación sexual o por su ideología política. Vivían con miedo, desesperanza e incertidumbre frente al futuro. Los agentes de Migración también estaban muy afectados porque la situación les superaba. Hicimos sensibilizaciones sobre salud mental en San Vicente, Panamá para que no se agravara la situación.

Respuesta humanitaria en Colón ante el flujo inverso

Durante el pico de la migración a través del Tapón del Darién, en Panamá, la comunidad indígena de Bajo Chiquito recibió casi 3000 migrantes al día que cruzaban la selva en su camino hacia Norteamérica. En febrero de 2025, recibió una media de 14 personas al día. El personal de MSF supervisa la llegada de los migrantes y sus necesidades.

En junio lanzamos una respuesta de emergencia en la provincia de Colón, por donde pasaban migrantes en flujo inverso procedentes de Norteamérica y con rumbo a Sudamérica por mar.

Cuando Donald Trump llegó al poder y se cerraron las principales vías para solicitar asilo, muchos desistieron de seguir esperando en México. Otros llevaban años en Estados Unidos, pero vivían aterrorizados por las persecuciones de las fuerzas de seguridad.

Algunos migrantes, en particular aquellos con tatuajes, tenían mucho miedo de ser deportados a El Salvador o terceros países, por casos similares sufridos por personas cercanas ligados al estigma que asocia tatuajes con criminalidad.

Muchos migrantes en Colón no tenían dinero para seguir el viaje, dormían en la calle, muy cerca de la orilla del mar. Se exponían a quemaduras del sol y enfermedades estomacales por la falta de agua potable.

La mayoría de las personas migrantes en retorno con las que hablé habían sido secuestradas, o habían sido testigos de violencia extrema en México, Centroamérica o al cruzar el Darién. Sin embargo, habían normalizado estas experiencias porque su prioridad era encontrar dónde dormir, conseguir comida y agua.

Adaptamos nuestra respuesta

Las consultas de salud mental en Colon, Panamá, se centraban en el estrés postraumático y la ansiedad, pero era un gran desafío proporcionar atención psicológica cuando las necesidades básicas no estaban satisfechas.

Cuando en septiembre pusimos fin a las actividades en Colón, el flujo ya era muy bajo: a veces no llegaba ningún migrante en varios días. Es fundamental que las organizaciones humanitarias continuemos monitoreando la situación. Aunque disminuya el tránsito, no podemos olvidar a los migrantes en Centroamérica.

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