“En Colombia la violencia no ha menguado, solo ha cambiado de nombre”

Sulaith Auzaque (a la izquierda) es la coordinadora del equipo de emergencias de MSF en Colombia. ©MSF

El equipo de respuesta a emergencias es extremadamente móvil: responde a alertas de urgencias, trabaja en desastres naturales y epidemias, además interviene en desplazamientos de población fruto de la violencia. Su coordinadora, Sulaith Auzaque, nos lo explica.

Sulaith Auzaque es la coordinadora del equipo de emergencia de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Colombia, un pequeño equipo extremadamente móvil que puede desplazarse por las zonas más difíciles del país siguiendo alertas de emergencia. La mayor parte de estas situaciones están relacionadas con desplazamientos de población ocasionados por incidentes violentos, pero, también, con situaciones de catástrofes naturales o epidemias. Sulaith, quien lleva más de dos años visitando zonas extremadamente vulnerables, habla sobre la situación humanitaria de cara al 2018 y de las intervenciones que más la han marcado, tras atender con su equipo el año pasado a un total de 1921 personas en salud mental y 432 en salud primaria, principalmente en los departamentos del Chocó, Putumayo, Antioquia, Guaviare y Caquetá.

¿Se ha notado una disminución de la violencia?

La violencia no ha menguado, sino que ha cambiado. Han cambiado los nombres de los grupos armados y tal vez la manera de ejercer la violencia, pero no ha menguado. Aquellos que han cesado en la violencia son reemplazados por otros nuevos. Allá donde los civiles se habían acostumbrado al régimen impuesto por unos que ahora ya no están, se tienen que hacer al régimen de otros nuevos, y que tienen que “mostrar su poder” en primera instancia mediante la violencia, utilizan la crueldad para garantizarse obediencia.

¿Cómo ves el 2018 en este sentido?

La situación con la convocatoria de elecciones este año puede ser también una causa de mayor violencia, dado que uno u otro grupo se puede posicionar por uno u otro candidato, puede ser causa de mayor inestabilidad. Y debemos tener en cuenta la polarización de la sociedad respecto al apoyo o no a la continuación del proceso, lo que puede tener consecuencias gravísimas en determinadas comunidades. En este panorama es necesario que el Estado fortalezca la respuesta de Salud Primaria y Salud Mental en casos de emergencias en zonas remotas, de difícil acceso por condiciones geográficas o presencia de actores armados. ¡En algunos lugares a los que accedemos no ha habido atención médica en tres años!

 ¿Por qué se da esta carencia de atención médica?

Es resultado de una combinación: la misión médica ha podido ser atacada o estigmatizada en determinadas zonas, pero a eso se añade un olvido institucional que bajo la excusa de la violencia, no acude a los lugares donde se la necesita y se opta por un abuso de la centralización de los servicios médicos, donde siempre es el paciente el que se tiene que trasladar para ser atendido. Por otra parte, los grupos armados que toman nuevo territorio pueden restringir el acceso, especialmente en aquellas zonas donde haya más cultivo de coca, de base de coca y minería. Nuestro acceso se negocia con los líderes de las comunidades que son básicamente los que obtienen el permiso de los grupos, una vez ese permiso es garantizado y nosotros hemos entrado, intentamos ponernos en contacto con los líderes de los grupos para poder reforzar nuestra presencia basada en nuestros principios de neutralidad, independencia e imparcialidad. Nuestro objetivo es llegar en la fase más aguda de las necesidades y luego poder asegurar la asistencia a través de otros grupos.

¿Cuál es la intervención que más te marcó el último año?

Cubrir un desastre natural como el de la avalancha en Mocoa, la capital de Putumayo. La avalancha del mes de abril fue causada por el desbordamiento de tres ríos. Provocó más de 300 muertos y cientos de desaparecidos, de acuerdo con las cifras oficiales. Al ser un evento tan grande, con muchos muertos, con muchos desaparecidos, se organizó mucha ayuda y entonces el problema no era la falta de gente o de medios para ayudar, sino cómo coordinarnos entre todos para ofrecer una ayuda efectiva.

 ¿Qué hizo MSF?

El hospital local no había resultado afectado, aunque de cerca lo estuvo. Hicimos una gran donación de medicamentos y material de emergencia (kits de trauma, etc). También atendimos a gente directamente en los albergues, dado que el hospital se tenía que centrar en los casos de más gravedad. Y por supuesto hubo mucho que hacer en términos de salud mental, con la cantidad de personas que habían perdido a miembros de su familia y mucha gente más que no sabía qué había sucedido con sus allegados, si estaban vivos o no y qué hacer en este caso, cómo era el proceso, cómo ir a la morgue y buscar en las fotos. Era un proceso de mucho desasosiego y ahí fue bienvenida nuestra ayuda en acompañamiento y salud mental, tratar de aligerar lo más posible un proceso que era de mucha angustia y muy complejo. La cantidad de niños que habían desaparecido fue enorme y eso incrementó la tristeza, el desespero.

 ¿Cuánto tiempo estuvo el equipo de emergencia?

La intervención duró un mes. Dado que había otras organizaciones locales de ayuda y que nuestra presencia podía ser requerida en otros lugares, tan pronto vimos que habíamos capacitado a las organizaciones locales para continuar con el trabajo, pudimos dar la intervención por finalizada.

 Esa fue una operación inusual, ¿cómo suele ser una operación clásica de tu equipo?

Las intervenciones más clásicas del equipo de emergencia de MSF en Colombia en los últimos años se centran en violencia, en desplazamientos o confinamientos generados por la violencia. Actualmente somos cuatro personas, la coordinadora y médica, que soy yo, un especialista en salud mental, una enfermera y un logista. Eso nos permite ser muy móviles. Estamos atentos a las alertas, las comprobamos, nos trasladamos a verificar in situ y si es necesario podemos actuar inmediatamente. Podemos extender nuestra presencia en el tiempo si es necesario.

Una de las intervenciones clásicas que hicimos en marzo de 2017 fue en Chocó, con el desplazamiento de unas seiscientas personas. En este caso se ve claro que el proceso de implementación del acuerdo de paz firmado entre las FARC y el gobierno, no es sinónimo inmediato de que vaya a cesar la violencia. Es una zona que por su ubicación, la cercanía a Panamá, con ríos y selva, propicia a actividades ilícitas, al cultivo de coca y producción de base de coca, la hacen muy atractiva, carne de disputa territorial entre grupos. La salida de las FARC ha creado un vacío que otros han llenado y lo hacen con violencia, de ahí los desplazados. Nosotros los seguimos río arriba hasta Pie de Pató y procedimos a ofrecer nuestra atención médica y psicológica. Mucha gente se queda con familias de la ciudad (viviendo de forma hacinada), pero otra mucha lo que hace es instalarse en salones comunales, donde pueden, pero por lo general en lugares que no están preparados para acoger a tanta gente, no hay coberturas o tiendas, no hay letrinas suficientes, etc.

 

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