Ya hay más de 2.000 personas afectadas por las inundaciones en el norte de Honduras

Nuestro equipo de educación comunitaria hizo entrega de kits de higiene como parte de la respuesta a la emergencia que estamos brindando en Choloma, Honduras, tras las inundaciones.MSF.

Comenzamos una intervención de emergencia en varios albergues para atender a personas damnificadas por el desbordamiento de dos ríos en el departamento de Cortés. Pedimos que se garanticen tanto los servicios básicos como los servicios de salud mental y la prevención de la violencia para asistir a la población en los albergues.

Las necesidades son urgentes

Como si la historia se volviese a escribir, dos años después de los huracanes Eta e Iota sonaron nuevamente las alarmas de evacuación en el norte de Honduras. Los ríos Chamelecón y Ulúa comenzaron a desbordarse y las personas que habitan en sus cercanías, y que recién terminan de recuperar sus casas tras el desastre anterior, tuvieron que huir de ellas. Cientos de familias debieron ubicarse en diferentes albergues para intentar dormir en medio de la angustia.

Durante la actual temporada de lluvias y ciclones, agravada con el paso de la tormenta tropical Julia en la primera semana de octubre, muchos ríos han sobrepasado sus límites, lo que ha dejado pueblos, vías y cultivos nuevamente bajo el agua. En respuesta a esta emergencia, el gobierno de Honduras a través del Comité Permanente de Contingencias (COPECO) habilitó en tres departamentos más de 95 albergues para dar espacio a más de 8. 900 personas. En el departamento de Cortés, al norte del país, se habilitaron 47 albergues donde se han instalado más de 2.300 personas.

“Me acuerdo cuando tenía 10 años que también me sacaron de la casa en lancha porque mi casa se llenó de agua después de los huracanes. A veces me siento triste aquí en el albergue, pero mi mamá me dice que vaya a jugar con los otros niños. Quisiera estar en mi casa, no me gusta este lugar, aunque a veces juego, ya me quiero ir a mi casa. No sé cómo estará, papá la fue a ver, pero dice que todavía hay mucha agua y a saber si ya no hay nada” relata Crisli, un menor que fue instalado junto a su familia en un albergue en el municipio de El Progreso, departamento de Yoro.

En los albergues, no hay suficiente provisión de comida, agua potable y las condiciones de saneamiento son precarias. Estas condiciones favorecen la aparición de afectaciones en la salud física y mental de las personas damnificadas.

Cómo estamos asistiendo

Desde finales de septiembre, nuestro equipo en Choloma comenzó una intervención de emergencia en varios albergues de la zona:

  • Entregamos de kits de higiene e hidratación.
  • Asistimos a las personas con charlas grupales sobre autocuidado.
  • Brindamos acompañamiento en salud mental.
  • Trabajamos en la detección y prevención de casos de violencia y violencia sexual. 

“Estamos ayudando en la organización de los albergues, enfatizando en el correcto lavado de manos para evitar la propagación de enfermedades y en la prevención de la violencia sexual, porque hemos identificado situaciones de violencia, en especial contra niñas y niños. En un salón, por ejemplo, están ubicadas cinco familias y cada una pueden tener de tres a cuatro menores. En ese contexto hay mayor vulnerabilidad ante este tipo de situaciones”, relata Karen Zambrana, nuestra gestora de actividades comunitarias en Choloma.

Familia afectada por las inundaciones en Cortés, Honduras

Para Maritza, la madre de Crisli, “esta situación ha sido muy difícil. En los huracanes Eta e Iota perdimos absolutamente todo. Nos ha costado mucho poder recuperarnos, ahora con estas lluvias hemos perdido lo poquito que habíamos conseguido, incluyendo mis gallinas. Una vez más nos vuelven a sacar en lancha porque en donde vivimos el agua cubre el techo de las casas. Estar en estos lugares albergues no es fácil para nadie. Muchas veces no se puede ni dormir porque somos varios en el mismo cuarto. Es difícil, pero no queda de otra”.

Dentro de las actividades de prevención de la violencia, los equipos han identificado que niñas y niños fuera y dentro de los albergues han sufrido acoso y abuso sexual. “El equipo comunitario también trabaja con figuras para que los niños y niñas puedan identificar zonas de su cuerpo que no pueden tocar. Cuando les explicamos esto, muchos se mostraron sorprendidos, inclusive algunos identificaron y admitieron que constantemente eran abusados”, dice Zambrana.

El equipo de salud mental además trabaja en herramientas para que las personas adultas puedan tener un buen manejo del estrés y la resolución de conflictos. A través de la psicoeducación se busca que puedan normalizar sus síntomas y puedan trabajar en el reforzamiento de mecanismos de afrontamiento. Mientras que con los menores se enfocan en actividades grupales para que también puedan expresar sus emociones.

“En el corto plazo, es urgente que el gobierno de Honduras asegure los servicios básicos de la población en los albergues, y que así mismo incluya los servicios de salud mental y la prevención de la violencia como parte fundamental de la respuesta. Posteriormente, se debe implementar una política nacional que garantice la atención psicológica durante y después de estas emergencias”, concluye Zambrana.

Niños y niñas ubicados en albergues tras las inundaciones en el norte de Honduras

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