La selva del Darién: reclamamos rutas seguras para los miles de migrantes que lo atraviesan

Migrantes caminando en su trayecto hacia la selva del DariénAna María Cerón/MSF.

Instamos a las organizaciones humanitarias y a las instituciones estatales para que se hagan presentes en diferentes puntos de esta peligrosa selva. Subrayamos la urgente necesidad de garantizar resguardo para las personas que migran. 

El Tapón del Darién se erige actualmente como un área selvática amenazante para los cientos de migrantes que se atreven a cruzarla. Estos últimos, en su afán de encontrar un destino prometedor para sus familias, atraviesan los múltiples peligros que encierra esta región que comunica a Colombia con Panamá, poniendo en riesgo su vida.

Atestiguamos la travesía de los migrantes en su trayecto hacia el Darién

En una lancha de cuatro motores, con unas ochenta personas de China y bajo el fuerte sol del Caribe, viaja un hombre de Camerún. Las voces se interrumpen con el sonido de la lancha golpeando las olas. Cada tanto salpica agua dentro de la embarcación y el viento trae el sonido de quienes vomitan en las bancas de adelante. Algunos, con el celular envuelto en una bolsa plástica, toman fotos.

La lancha parte desde Necoclí (Antioquia), junto con otras de la misma envergadura, y transporta migrantes de un lado del Golfo de Urabá al otro. Algunas van al municipio de Acandí (Chocó) y otras a Capurganá, que es un corregimiento del mismo municipio, ubicado un poco más al norte. En ellas hay rostros de todos los colores, hablantes de muchos idiomas y personas viajando desde, al menos, tres continentes distintos.

Estas personas, según el dinero que tenían, terminaron de aprovisionarse en Necoclí, antes de entrar al Darién. Junto con niños, niñas y mascotas, cargan carpas y grandes maletas, cubiertas de bolsas plásticas. El hombre de Camerún compró acetaminofén y comida y lo empacó cuidadosamente. En este municipio, algunas organizaciones humanitarias acompañaron la estadía de las personas migrantes, sin embargo, de allí en adelante estarán más solas.

Necoclí es el principal sitio de aprovisionamiento de los migrantes.

La mayoría de las personas quieren llegar a Estados Unidos. Huyen de las condiciones en sus países de origen, de la pobreza y la violencia, y tienen la esperanza de que al norte del continente encontrarán un futuro mejor para sus familias.

El hombre de Camerún, en cambio, nos explica que va donde “pueda vivir”. En su país hay una guerra y “es traumático”, comenta. Sin embargo, es un futuro para él mismo lo que busca porque, como consecuencia de esa guerra, su familia “ya no está en ninguna parte”.

Acandí, donde va a desembarcar, es un municipio en el que hay más víctimas del conflicto armado que habitantes censados. Allí, alejado de las playas y el turismo, en un campamento junto a cientos de migrantes, el hombre de Camerún tendrá un espacio para ubicar su pequeña carpita de colores y pasar la noche.

También allí una familia ecuatoriana ubicara sus pertenencias, en el lugar donde le ordenaron hacerlo. La familia se reúne en torno a una de las niñas más grandes, de unos 13 años, que llora incansablemente. Las mujeres la abrazan, intentando consolarla, y su padre le dice que todo va a estar bien.

La familia tiene dudas sobre las distancias que les esperan, el dinero que tendrán que pagar y los peligro que aguardan en la selva. En este enorme campamento, al que han llegado en un solo día unas 1.000 personas, muchos tienen preguntas y miedo. Ninguna entidad del Estado u organización humanitaria está presente.

El Tapón del Darién: una ruta migratoria riesgosa e inhumana

Durante enero y febrero, según datos del Gobierno panameño, al menos 358 migrantes de Camerún caminaron a través de la selva del Darién y llegaron con vida del otro lado.

En los dos primeros meses del año, unas 48.933 personas chinas, ecuatorianas, haitianas, nigerianas, venezolanas y de otras nacionalidades también tuvieron que arriesgar su vida caminando por esta selva. Al llegar a Panamá, tenían los pies deshechos, la salud menguada, habían perdido la mayor parte de sus pertenencias y, algunos, también a sus familiares.

Instamos a los gobiernos de Colombia y Panamá para que atiendan esta situación como lo que es, una crisis humanitaria regional y sin precedentes, garantizando rutas seguras y asistencia humanitaria a las personas que migran.

Así mismo, invitamos a las organizaciones humanitarias a que extiendan sus actividades hacia los espacios de llegada de migrantes en los cascos urbanos y las zonas rurales de Acandí y Capurganá, donde han sido dejadas a su suerte.

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