Voces Rohingya en Bangladesh: “Lloré toda la noche”

Jasim caminando por el campo de refugiados de Kutupalong acompañado por una enfermera de MSF.Natasha Lewer/MSF

Jasim solía trabajar con MSF en Myanmar, ahora es un refugiado en Bangladesh. Esta es su historia.

No te imaginas lo difícil que es para nosotros vivir en Myanmar. Siempre somos discriminados. Todo está restringido para nosotros. Se proporciona educación a niños budistas pero no hay maestros disponibles para enseñar a los musulmanes, así que debemos contratar a nuestros propios profesores, pero aun así ellos nos han dicho que deberíamos estudiar en Bengalí porque somos de ahí.

Desde el 2012, incluso los rohingya que han pasado sus exámenes no pueden asistir a la universidad. Mi educación fue muy corta, fui expulsado de la escuela. Vine a Bangladesh y estudié inglés antes de regresar a Myanmar porque anhelaba ser traductor en una organización humanitaria. En el 2012 escuché que MSF necesitaba un traductor para su proyecto en el norte de Rakhine, en Maungdaw, así que presenté mi postulación. Rápidamente me convertí en un supervisor de salud mental en MSF, después fui trabajador de sensibilización sobre VIH y posteriormente ayudé a capacitar a trabajadores sanitarios de la comunidad. Entonces sucedió algo terrible.

En el 2014 el más grande de mis cinco hijos (tenía 14 años) fue secuestrado por un agente y vendido a un traficante de personas. Mi hijo estuvo 34 días en un bote sin comida y sin agua. Cuando llegaron a Tailandia me llamó: los traficantes querían 2,000 dólares por su rescate. Dijeron que si no lo pagaba, subirían a mi hijo a los botes de pesca y nunca lo volvería a ver. Mi hijo estuvo detenido en Tailandia. Por día tenía medio litro de agua para bañarse y beber, una pequeña cantidad de arroz y un pez pequeño. Lo mantenían frágil para que no pudiera escapar. Los guardias tienen armas. Mucha gente muere en detención, ellos sólo tiran sus cuerpos en la selva.

Logré juntar el dinero y mi hijo fue liberado finalmente. Ahora está a salvo en Malasia. En cuanto a mí, no me siento del todo seguro en Myanmar debido a que hubo problemas entre el gobierno y los musulmanes. Las autoridades me buscan, han venido a mi casa tres veces. Pasó de nuevo en 2017. Desde mi casa, que se encuentra muy cerca del río, vi a más de 20 personas heridas por la violencia. Cuando lo vi, sólo me asusté mucho más.

En septiembre decidí que mi familia y yo teníamos que dejar el país. Para llegar al río Naf (la frontera entre Myanmar y Banglesh), debíamos cruzar un pequeño arroyo dónde al final había un retén, y abrirnos paso a través de arbustos espinosos. Era media noche y había muchas fuerzas de seguridad alrededor. Durante una hora y media caminamos muy lento a través de los arbustos para no hacer ningún ruido. Si llegaban a escucharnos, dispararían. Cruzamos el río en un pequeño bote de remos con espacio para llevar 20 personas, pero éramos más de 100. Los costados del bote estaban a sólo media pulgada del agua.

Finalmente llegamos a la isla Shah Porir Dwip. Bangladesh no estaba preparada para la llegada de medio millón de personas en menos de un mes; pero aún así fuimos bien recibidos por los bangladesíes y las autoridades. Ellos entraban al agua para ayudarnos a cargar nuestras cosas. Al día siguiente empezamos nuestro camino hacía Kutupalong. Fue muy difícil ya que había muchas personas en el camino. Personas cargando cosas, niños llorando, además no había comida; todos estaban muy cansados. Había mucho tráfico en la carretera, las personas estaban acostadas a mitad de ella.

Ese día por primera y única vez en mi vida, sentí emociones terribles. “Moriré aquí”, decía. Estuve llorando toda la noche. Afortunadamente tenía a algunos familiares viviendo en un campo para refugiados registrados. Ellos nos dieron asilo. La casa era muy pequeña pero por lo menos estábamos adentro y no teníamos que dormir en la carretera. Después de eso renté una habitación por un mes y luego construí mi propio refugio. La vida en el campo no es fácil.

Las condiciones son difíciles, hay mucha sobrepoblación y contaminación en todos lados. Las personas no reciben las cosas que necesitan y no puedes ir y venir como quieras. La seguridad también es un problema, hay secuestros y muertes, pero no sabemos quién los lleva a cabo. Mi mayor preocupación es la educación de los niños. No existe educación formal en los campos y esto está destruyendo su futuro.

Mi esposa siempre está pensando en nuestro modo de vida anterior. Construimos una casa en Myanmar y todo nuestro dinero fue invertido en ella. Nos encantaría regresar cuando la situación mejore –pero nadie desea regresar ahora. Las personas siguen huyendo, ¿cómo vamos a regresar?”

 *El nombre ha sido cambiado a petición de la persona.

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